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11 septiembre , 2020

Cambios que se aproximan en la Ciudad de Buenos Aires después de la pandemia

Luego del aislamiento social, la Ciudad de Buenos Aires, al igual que tantas otras ciudades del mundo, comenzará poco a poco a recobrar su dinámica dentro de lo que podemos imaginar como “la nueva normalidad”. Una normalidad en la que el distanciamiento social y una “replanificación” del espacio público, parecen ser parte de esa nueva realidad que llegó para quedarse.

Establecer cambios, no sólo de conductas sino también de usos y costumbres, será indispensable para que como ciudadanos, podamos retomar nuestras actividades con mayor consciencia y cuidado.

En ese sentido, nos pareció oportuno tomar algunos conceptos de la nota publicada ayer 10 de septiembre en el diario La Nación titulada “¿Habrá una nueva Buenos Aires?”, que sugerimos leer en su totalidad, observando además los gráficos que la acompañan y que muestran esa paulatina pero muy probable transformación de la cual seremos protagonistas en un futuro cercano.

La nota reúne testimonios de cinco prestigiosos arquitectos, urbanistas y especialistas en planificación urbana, quienes exponen su visión sobre los cambios que experimentarán no sólo nuestra ciudad, sino todas las ciudades después de la pandemia COVID-19. Los gráficos en los que hacemos hincapié condensan ese modelo “ideal” que será parte de esa “nueva e incierta normalidad” a la cual deberemos adaptarnos luego de la pandemia.

Pese a tener diferentes enfoques, los cinco expertos coinciden en que el proceso de modificación ya ha comenzado, pero llevará años el implementarlo en su totalidad.

La pandemia ocurre en un contexto donde la urbanización es la inclinación demográfica preponderante. “Hoy en día, aproximadamente la mitad de la población mundial es urbana, y se espera que aumente al 60% en solo diez años”, dijo a LA NACION Alistar Currie, de la ONG británica Population Matters, dedicada a la concientización sobre el desarrollo humano sostenible. ”A nivel mundial, las ciudades ocupan alrededor del 3% de la tierra, pero representan alrededor del 70% del consumo de energía”, señaló.

“Tenemos una oportunidad enorme para reclamar la redefinición del espacio público”. “Los peatones serán los nuevos protagonistas”. “Habrá un viraje entre la histórica distinción entre calle y vereda, hacia las ‘superficies universales»’. “La tecnología va a estar omnipresente”.

Los cambios que se proyectan:

  • Más vereda, menos calzada: se buscará ganar espacio a las calzadas, para que los peatones puedan mantener la distancia social.

  • Tachos de basura colgantes: Las veredas se despejarán de todo objeto que dificulte el paso o perturbe el esparcimiento. Los postes de luz se reemplazarán por dispositivos colgantes y los tachos de basura colgarán de las paredes. Habrá más asientos públicos.

  • Adiós al embotellamiento y al reinado del auto: Los vehículos motorizados transitarán por una autovía de única mano y serán eléctricos, no usarán combustible fósil. Los colectivos tendrán una parte superior descubierta para sumar espacio al aire libre.

  • Más bicicletas y monopatines: se multiplicará la oferta de bicicletas públicas y se ofrecerán estacionamientos para ciclistas. Los monopatines deberán apoyarse contra las paredes o los árboles y no en la superficie de circulación.

  • Mayor concientización: aumentará la cartelería de concientización sobre la importancia de la distancia social y los hábitos de higiene. Habrá oferta de elementos para la limpieza de los desechos de las mascotas y contenedores de basura con espacio para reciclables.

  • Nuevo paradigma comercial: los grandes locales de venta de productos desaparecerán y se mantendrán los de tamaño reducido que den a la calle. Se los modificará para retraer la fachada y sumar así más espacio público. Aparecerán los locales móviles (que ocupan poco espacio) que atenderán al público y exhibirán muestras. No necesitarán tener stock de los productos ya que estos se enviarán al domicilio del cliente.

  • Gastronomía al aire libre: Los locales gastronómicos deberán extender sus mesas y sillas sobre la vereda y los clientes utilizatrán apps para hacer sus pedidos. La oferta de comida se ofrecerá también en food trucks y kioskos.

Se prevé la multiplicación de locales gastronómicos móviles -estilo food-truck-, y esta modalidad se impondrá también para la comercialización de otros productos como ropa, accesorios, celulares, etc. La presencia extendida de estos mini-comercios “provisorios”, en palabras de Espasandín, permite “activar la planta baja”. Es decir, promueve la ocupación del espacio público por parte de los habitantes de la ciudad, lo cual tiene consecuencias favorables en términos de la seguridad y la salud, e incluso, en la economía.


Los especialistas coinciden en la importancia de repensar la vida urbana, no solo en las áreas centrales sino también a través del desarrollo de los barrios, para disminuir los traslados hacia el centro. El arquitecto Ricardo Levinton propone organizarlos de tal forma de que la mayor parte de la vida de sus habitantes se desarrolle en un radio de pocas cuadras. “El urbanismo tiene que ser orientado a la creación de aldeas donde la gente no trabaje a más de 15 minutos del lugar donde vive. Es decir, que dentro de la ciudad haya muchos pequeños centros donde todo se pueda encontrar a escasa distancia. El comercio, el trabajo, las escuelas y los centros de asistencia primaria para la salud, deben ser barriales”, dice Levinton. El trabajo a distancia, extendido por la cuarentena en los últimos meses, podría impulsar esta modalidad, sostienen los expertos.

“Estamos atravesando una oportunidad enorme de reclamar la redefinición del espacio público”

¿Cómo volveremos a vivir todos juntos?, la pregunta del millón

La pregunta obliga paradójicamente al mundo de la arquitectura a desocupar el espacio público y a hacer desaparecer la actividad colectiva. “Vamos a tener que modificar los horarios de las oficinas públicas para que no coincidan con los de las escuelas y evitar grandes flujos de viajeros. Todo lo externo será crucial, hay que quitarle espacio a los autos y enfocarse en el verde”, sostiene Boeri.

“Así ocurrió en Nueva York, a mediados del siglo XIX: la población se había cuadruplicado y no había más espacio, la densidad era enorme. El arquitecto paisajista y urbanista Olmsted creó así Central Park, un parque gigantesco que nació de una preocupación higiénica”, dijo Boeri.

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